Cada uno tiene su propia definición de “buen maestro”, pero creo que todos estamos de acuerdo en que la palabra “tranquilo” no debería faltar. Sin embargo, si hay algo en lo que los estudiantes son buenos, es en poner a prueba sus límites.
El usuario de Reddit u/jeffzhang69, interesado en saber hasta dónde podrían llegar estos pequeños diablillos, preguntó lo siguiente en la plataforma: “Maestros, ¿cuál fue la respuesta [más descarada] que han oído de un estudiante?”. Resulta que existen muchas.
Al momento de escribir este artículo, la publicación tiene más de 9 mil comentarios, muchos de los cuales cuentan frases divertidas, desagradables e incluso tristes, que estos estudiantes han dicho a sus maestros.
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Ya he contado esta historia en Reddit antes. Había un niño muy tímido que no hablaba mucho y al que una niña cruel molestaba. La maestra le dice “sé amable con él, podría llegar a ser tu jefe algún día”. Él, sin perder un segundo, respondió: “no, gracias, no quiero ser proxeneta cuando sea mayor”.
Para conocer más sobre lo que ocurre dentro de las aulas, contactamos a Larry Ferlazzo, quien da clases de inglés, estudios sociales y bachillerato internacional a estudiantes de inglés y a alumnos de la secundaria Luther Burbank en Sacramento, California.
“Sé que la palabra ‘disciplina’ suele asociarse con los castigos”, dijo el Sr. Ferlazzo a Bored Panda. “Aunque, si miramos la raíz de la palabra en latín, veremos que se relaciona mayormente con ‘aprendizaje, enseñar, conocimiento’. Creo que los maestros tendrán más chances de crear un ambiente de aprendizaje positivo si se enfocan más en esta definición que en la anterior”.
“Esto incluye el respeto por algunas reglas simples, aunque también permite cierta flexibilidad. Se basa en las relaciones sólidas entre los propios estudiantes, y entre los estudiantes y el maestro. Reconoce que todos podemos tener días malos, que nadie es perfecto, y que somos parte de una comunidad de aprendices dentro del aula (que no es solo una habitación llena de estudiantes). Con ese tipo de enfoque, creo que hay mayores posibilidades de crear un entorno seguro y respetuoso, que motive a los estudiantes a concentrarse en aprender en lugar de hacerlos sentir obligados a obedecer. La obediencia no equivale a la participación”, explicó el Sr. Ferlazzo.
Mi maestro de historia pasaba la mitad de la clase haciendo chistes dirigidos hacia los estudiantes. Un estudiante en especial siempre aceptaba las bromas sin decir nada.
Una vez, el docente lo llamó y le dio un sermón en chiste sobre cómo debía defenderse. Finalizó su perorata diciendo: “tienes que ser un hombre. Tienes que ser como yo”.
El estudiante respondió: “entonces, ¿qué debería ser? ¿Quieres que sea un hombre o quieres que sea como tú?”.
Un chico en mi clase de matemáticas solía dormir en su escritorio. Un día, el maestro lo llamó para que resolviera el problema en el pizarrón. Él se despertó, resolvió el problema sin dificultades, y luego volvió a dormirse.
El maestro hizo lo mismo un par de veces con resultados similares, hasta que decidió dejarlo dormir durante el resto del año.
Antes de responder a los comentarios irrespetuosos de los estudiantes, el Sr. Ferlazzo sostiene que los maestros deben pensar sobre algunos problemas, que incluyen:
- ¿Es el comentario verdaderamente irrespetuoso, estoy dejando que mi posición de autoridad y mi falta de conocimientos me pongan a la defensiva, o estoy demostrando que me falta sentido del humor?
- ¿Los comentarios de los estudiantes reflejan mi falta de respeto hacia ellos y solo están devolviéndome la forma en la que los trato?
- ¿Es este estudiante usualmente respetuoso? Y, si él o ella lo es, ¿qué puede estar ocurriéndole para que tenga un mal día?
Fui testigo de una situación bastante triste.
En mi clase de química de segundo año de secundaria, uno de mis amigos estaba atravesando algunos problemas familiares porque su papá se había marchado hacía aproximadamente un año. El chico se comportaba mal en clase y la maestra le dijo: “¿buscas que llame a tu papá?”. Él respondió: “si te atiende, dile que vuelva a casa pronto”.
Asumiendo que el maestro tiene una buena relación con el estudiante (lo cual, en la mayoría de los casos, es algo que implica mucho esfuerzo de parte del docente), el Sr. Ferlazzo sugiere que podría:
- Acercarse al alumno y susurrarle que se dirija afuera, para que los dos puedan conversar (“No me sentí respetado cuando dijiste ____”, “¿te encuentras bien?”, y/o “parece que estás molesto. ¿Puedes contarme qué ocurre?”).
- Ignorarlo y seguir con la clase, para luego buscar al estudiante (quizás durante el tiempo libre del maestro) y tener una conversación similar.
“Es importante no entrar en una lucha de poder con el estudiante, porque el maestro jamás la ganará”, explicó el Sr. Ferlazzo. “Puede sentirse como una victoria, pero solo será temporaria”.
Para contextualizar, esto ocurrió en una escuela católica. La maestra (una monja muy severa) y la estudiante (una anglicana extremadamente liberal) estuvieron molestas la una con la otra durante todo el año. Después de corregir a la docente en algo en lo que se había equivocado, la monja dijo algo como “espero que aprendas a disfrutar del calor, porque estarás muy caliente cuando te encuentres en el nivel más profundo del infierno”.
Completamente serena y sin perder un segundo, la chica respondió: “en realidad, según Dante, el nivel más profundo del infierno está hecho de hielo. Pero no te preocupes, llevaré una chaqueta”.
“Nunca está bien que los maestros hagan comentarios [astutos]”, dijo el Sr. Ferlazzo. “¿Esto significa que jamás los hagamos? Por supuesto que no. Si nosotros los hacemos, siempre se requerirá una disculpa pública. Tenemos que enseñar con el ejemplo la importancia de arreglar un error”.
“Creo que valdría la pena que los maestros desarrollaran cierta flexibilidad sobre qué comentarios de los estudiantes consideran irrespetuosos y qué podría ser, en cambio, un comentario perspicaz o gracioso, o simplemente un intento fallido de humor debido a la falta de madurez. Entonces, no se trata de ‘dejar pasar’ un comentario. Más bien, es demostrarles a los estudiantes que uno no ve el mundo con un enfoque tan tajante, y que la ambigüedad es posible”.
Sin embargo, el Sr. Ferlazzo cree que, incluso con todas estas ideas para “calmar las tensiones”, existen momentos donde un comentario es verdaderamente irrespetuoso, y “eso podría ser la primera señal de una situación que corre peligro de salirse de control. En esos casos, la opción menos mala podría ser llamar a la oficina para que un supervisor saque al estudiante del aula”. Aun así, si los maestros hacen eso, puede que la situación se polarice: es esencial despolarizarla luego, quizás con una conversación antes de clases, al día siguiente.
“Por lejos, la mejor forma de reducir las chances de que los estudiantes hagan comentarios irrespetuosos se da al construir una relación en la que sepan y sientan que el maestro verdaderamente se preocupa por ellos como personas, que está interesado en sus sueños y esperanzas y que quiere ayudarlos a conseguirlos”, concluyó el Sr. Ferlazzo.
¿Cuenta si lo hice yo?
Cuando tenía 12 años, mi maestro de religión de la escuela católica nos dijo que eyacular dentro de una mujer la dejaría embarazada en el 100% de los casos.
Levanté mi mano para responder a esa afirmación tan idiota que él intentaba hacer pasar como verdad. Creo que cité estudios que establecían este porcentaje en un dígito de una cifra, y señalé que muchas parejas tienen que esforzarse bastante para concebir.
El Sr. Idiota respondió: “Pues, verás, OiMcCoy, en mi experiencia personal…”
Gracias a que siempre hablaba sobre su familia, su vida familiar y sobre las bizarras reglas del sexo en el dogma católico a las que se adhieren los maestros, sabía que lo tenía en mis manos.
“Señor, ha estado casado durante doce años y tiene dos hijos. ¿Nos está diciendo que solo se acostó dos veces con su esposa?”.
Es, fácilmente, mi recuerdo favorito de la escuela secundaria.
Tenía un amigo que le dijo a la maestra que no podría asistir al evento después de la escuela. Ella comenzó a regañarlo, diciéndole que nunca llegaría a la universidad por lo irresponsable que era. Cuando, finalmente, le preguntó por qué no asistiría, él respondió: “mi casa se quemó”.
Mi amigo Brian se encontraba en su salón de clases de la escuela secundaria. Surgió el tema del aborto y todos comenzaron a preguntar a los demás si se encontraban a favor o en contra. Somos de Texas, así que pueden imaginarse las ideas y opiniones de la mayoría de la clase.
Pues, mi amigo es un chico muy inteligente y callado. Estaba haciendo sus cosas en un rincón del aula. La clase se dirigió a él para que opinara sobre la cuestión.
Alguien: “Brian, estás muy callado allí atrás. Así que, ¿qué opinas? ¿Eres pro aborto?”.
Brian: “Bueno, no diría que estoy a favor… pero soy bastante bueno con la percha”.
Todos se quedaron boquiabiertos y callados, intentando registrar lo que acababa de suceder.
Me alegra haber asistido a la escuela ese día.
Había un chico en la clase que escuchaba música con un solo auricular puesto. Mi maestra le preguntó, en chiste, para pedirle que se detuviera: “¿eres guardaespaldas del presidente?”. El chico respondió: “no puedo informárselo”. La maestra no pudo enojarse con él.
El estudiante A le dijo al estudiante B: “oye, ¡cierra la maldita boca!”.
Alguien del personal le dice: “estudiante A, aquí no hablamos de esa manera. En el futuro, encuentra una forma más apropiada de expresarte”.
El estudiante A le dijo al personal: “oh, lo siento”. Luego, se dirigió hacia el estudiante B: “oye, ¿podrías cerrar la maldita boca, por favor?”.
Teníamos una maestra que siempre nos amenazaba con llamar a nuestros hogares si nos comportábamos mal. Después de esto, dejó de hacerlo. Maestra: “¿qué me diría tu madre si la llamo ahora?”. Estudiante: “le diría ‘hola’”.
No soy maestro, pero esto lo presencié como estudiante. Quedaban, literalmente, 30 segundos de clase, y mi amigo comenzó a guardar sus cosas. Esto no parecía preocuparle al maestro, pero, cuando el timbre sonó y mi amigo se paró para irse, el docente dijo la típica frase: “la campana no te da permiso para salir, yo lo hago”. Mi amigo continuó, se paró en la puerta del salón y dijo: “si la campana decide cuando entro, también decide cuando salgo”, y se fue de la clase.
Una maestra le dijo a uno de mis compañeros: “no se permiten las bebidas en el aula”. Él se puso de pie, tomó la bebida de la profesora y la tiró junto a su bebida en el cesto de basura. Ella lo envió a detención.
Un estudiante, en mi clase de español, dormía como siempre. La maestra terminó por cansarse de ello e intentó avergonzarlo al despertarlo y gritarle en español. El estudiante respondió: “Estoy aquí, ocupándome de mis cosas sin causar ningún tipo de distracción, y tu decides detener el aprendizaje de todos haciéndome ver estúpido. Todos sabemos que no tengo idea de lo que dices, así que, por favor, deja de interrumpir la clase y permíteme continuar sin molestar a nadie”. Ella no volvió a dirigirle la palabra.
Mi hermana (que es maestra) estaba llevando a sus alumnos de jardín de infantes a la fila del almuerzo. Pues, ese día era San Patricio, por lo que había cupcakes verdes. Mi hermana le dijo a la clase, en broma, que no comieran muchos cupcakes o se volverían de color verde.
Un pequeño niño negro la miró y le dijo: “señorita Kerri, ¡jamás he visto a un hermano verde antes!”.
En la escuela secundaria, una de mis profesoras estaba discutiendo con un estudiante. No puedo recordar la razón, pero, finalmente, la maestra le preguntó si quería que llamara a su madre. El estudiante respondió: “hazlo, mi mamá estará de acuerdo conmigo”. Allí, la maestra le pidió que se fuera de la clase. Él dijo: “¿sabes qué? Ahora llamaré a mi madre por ti”. Entonces tomó su teléfono móvil y llamó a su mamá en altavoz. “Hola, má, esta maestra quiere hablar contigo”.
Toda la clase se rió.
Cuando enseñaba en primer grado, estábamos haciendo una tarea de escritura sobre el Día de Acción de Gracias. Los niños tenían que dibujar a sus familias celebrando este día, y luego escribir sobre ello. Una pequeña niña dibujó una tabla con las mesas, y eso era todo. Yo sabía que ella no tenía ganas de hacer la tarea, así que intenté animarla. Le pregunté en dónde se encontraba la familia y su comida, a lo que inmediatamente me respondió: “están lavando los platos”. ¡Tuve que darle mérito a su argumento lógico para no hacer la tarea!
Un niño se burló de mí cuando le dije: “no hagas eso”. Comencé a gritarle y él me dijo: “no, hombre, es una canción”. Entonces, de la nada, pensó en una canción de rap llamada “no hagas eso”, mientras sus amigos cantaban la melodía. Dejé de estar enojado.
Bueno, esto ocurrió durante mis clases para un examen de ingreso.
El profesor de matemáticas redujo un problema a una forma más simple y desafió a los estudiantes: “así, esta expresión no encaja en ninguna de las formas estándares que usamos para hallar una integral en particular. Entonces, ¿qué me proponen hacer?”.
Un chico, desde la parte de atrás, gritó: “la próxima pregunta”.
Mi tía es maestra de jardín de infantes. Vio a un niño llevando a otro chico en su espalda. Ella les dijo que no hicieran eso, o no crecerían en altura. El niño que se encontraba encima del otro le pregunto: “¿y a quién llevaste tú?”. Mi tía mide 1,54 m.