20 Personas sintiendo que “algo no andaba bien” y sus instintos les salvaron la vida
Sexto sentido, presentimiento indescriptible, impulso extraño, voz interior o como quieran llamarlo, todos hemos experimentado alguna vez esos susurros intuitivos. Esa misteriosa sensación que desborda tu cuerpo para decirte que algo anda bien o mal y te deja sin poder explicar el porqué de tus acciones. Pero la pregunta es: ¿Con qué frecuencia confían realmente en sus instintos?
A veces se nos aconseja no seguir la intuición a ciegas, ya que puede traicionarnos y dejarnos colgados. Sin embargo, lo más frecuente es que nuestros sentidos arácnidos se activen para guiarnos en las decisiones difíciles y dirigirnos hacia nuevas aventuras positivas. Pero cuando tenemos esa sensación de malestar en el estómago que nos avisa que algo horrible está por pasar, le hacemos caso sin dudarlo.
“¿Alguna vez el instinto te ha salvado al notar que ‘algo no andaba bien’?”, preguntó el redditor IChronoI, y de inmediato desencadenó un hilo viral. Miles de personas fueron a los comentarios para compartir historias reales de cómo la sensación de una vocecita en sus cabezas los salvó de situaciones difíciles, peligrosas e incluso mortales. En Bored Panda hemos reunido algunas de las historias más increíbles para compartirlas con ustedes. Sin embargo, les advertimos que algunas de estas historias no son para los débiles, así que procedan con precaución. Si están interesados en leer más experiencias similares, pueden ver nuestro artículo anterior aquí.
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Esto pasó en 2004, el día después de Navidad. Y no me pasó a mí pero sí a mi madre. Fue en un viaje familiar que incluía a todos los primos y a más familiares de parte de mi padre, para visitar el sur costero de Sri Lanka. Seríamos unas 20 personas en total.
Era un viaje bien planeado, pero a último minuto mi madre no quiso ir sin dar explicación alguna. Ninguno de nosotros pudo lograr que explicara el porqué, pero se negó a ir. Así que en lugar de allí, fuimos al interior a ver a otros familiares.
Alrededor del mediodía, toda nuestra familia estaba sentada conmocionada frente al televisor viendo cómo el mismo hotel que habíamos reservado en Sri Lanka era arrasado por un tsunami.
Seguramente esto quedará en el olvido, como la última vez que intenté contar esta historia, pero aquí va.
Cuando era niño, probablemente a los 4 o 5 años, estaba sentado en el asiento delantero del coche de mi madre. Estábamos en un semáforo en rojo y, de repente, tuve muchas ganas de saltar al asiento trasero. Mi madre se puso como loca y comenzó a decirme que nunca tenía que hacer algo así porque me podía lastimar.
El semáforo se puso en verde, mi madre empezó a girar hacia la izquierda, y el lado del pasajero, nuestro coche fue golpeado por otro vehículo. El golpe fue tan fuerte que hizo que nos saliéramos de la carretera y chocáramos contra un árbol.
Más tarde nos dijeron que si yo hubiera estado en el asiento delantero, probablemente el choque me habría matado.
Mi tía me contó una historia sobre mi padre, a quien le cae mal su hermana y se comporta como un idiota el 98% del tiempo. Él la llamó de improviso una noche cuando mi tía estaba en la universidad. Le dijo que no sabía por qué pero que tenía la necesidad de llamarla para asegurarse de que estuviera bien. Ella le dijo que estaba bien y le agradeció por el llamado.
Nunca se lo contó a nadie más que a mí —y, con suerte, a uno o dos terapeutas—, pero tenía en la mano un frasco de pastillas con las que pensaba suicidarse en ese momento. Veinte años después, está muy contenta con su decisión de seguir viviendo.
Me desperté de un sueño muy profundo como a las 2 a.m. durante una tormenta de invierno, y sentí que algo no andaba bien… Inmediatamente fui a buscar a mi perra y no la podía encontrar por ningún lado. Mis compañeros de casa tenían la costumbre de dejarla salir a pasear, pero se olvidaban de ella y cerraban la puerta.
Corrí al frente de la casa y la encontré tirada en la alfombra de la entrada, apenas respiraba y estaba cubierta de nieve… había estado fuera durante al menos 5 horas. Me mudé de casa después de eso.
En realidad esto es algo que le pasó a mi jefe. Era un día cualquiera en el trabajo, estaba apunto de ser la hora de cenar y yo estaba cansado. Como de costumbre, iba a ir a la tienda para comprar un RedBull. Le pregunté a mi jefe si quería uno, porque salían 2 por 5 dólares, y me dijo que no, pero cuando llegué a la puerta me dijo que esperara. Le pregunté por qué y me dijo que mejor fuera más tarde. No me dio ninguna razón y, como tenemos confianza, le dije que no me molestara. Tan pronto como empujé la puerta, escuché un sonido muy fuerte: algo se había destrozado. Resulta que un todoterreno se estrelló contra la puerta principal de esa tienda [justo en la parte donde estaban los Red Bull]. Mi jefe me ha molestado de esta forma un millón de veces, pero nunca me voy a olvidar de la vez que me salvó la vida con sus tonterías.
Mi madre dejó a mi hermano de 3 años en la guardería antes de irse a trabajar, pero cuando llegó a su trabajo, tuvo la sensación de que pasaba algo. Terminó volviendo hasta la guardería y encontró a la señora que los cuidaba durmiendo mientras los niños (incluido mi hermano) corrían alrededor de la piscina. Mi hermano nunca más volvió a ese lugar.
Cuando tenía unos 10 años, aprendí a tocar el violín con un instructor de la tienda de música de mi ciudad. En ese momento, tuve una sensación muy rara acerca de él: aunque no hacía nada fuera de lo normal, me daban ganas de vomitar cada vez que lo veía, especialmente cuando miraba sus manos. Después de 4 clases les dije a mis padres que tenía un horrible presentimiento sobre este hombre y que no quería ir más. Por suerte, me escucharon y no me obligaron a ir. Unos años más tarde fue arrestado por abusar de varios de sus alumnos. No tengo idea de cómo supe que algo andaba mal. Él nunca hizo ni dijo nada raro, pero simplemente lo sentí así.
Hace unos años, iba a la universidad de Bruselas y siempre tenía que tomar el tren para llegar. Una mañana, me desperté y no me sentía nada bien. Hay que tener en cuenta que las últimas semanas había tenido un horrible episodio de Crohn. Pero esto se sentía diferente; supongo que era mi instinto.
Así que, en lugar de ir a pesar de sentirme mal, decidí quedarme en casa por una vez. Este fue el único día que falté a la universidad y me quedé en casa.
Ese mismo día hubo un atentado terrorista en el tren que suelo tomar para ir a la universidad.
Mi novio y yo estábamos visitando a unos amigos en Phoenix. Las chicas estábamos descansando en la piscina mientras que los chicos estaban cocinando en la parrilla. Mi novio se quedó quieto por un momento y me dijo que me vistiera, que teníamos que irnos en ese instante. Quise quejarme, pero algo me dijo que no dijera nada. Fuimos directamente a San Antonio, a la casa rural de sus padres. (Esto fue antes de que existieran los teléfonos móviles y tampoco tenían teléfono fijo). Segundos antes de que llegáramos, su hermana pequeña había saltado a un barril y había caído sobre un pincho de metal que le atravesó el pie y se le clavó en la pierna. Su padre estaba en el trabajo, así que no había ningún coche disponible para llevarla a algún lado. Estaba sangrando muchísimo y su madre acababa de salir y la había encontrado así. No sé qué es lo que mi novio sintió en Phoenix, pero habría terminado mal si no hubiéramos llegado en ese momento.
Estaba en un viaje de carretera con mi padre en una zona montañosa, y comenzó a llover. Estábamos atrapados en el coche por un embotellamiento en una carretera muy estrecha. Tuve la sensación de que no teníamos que estar ahí, así que le dije a mi padre que debíamos salir del coche por si acaso. Mi padre me miró desconcertado, pero aceptó salir después de que le insistí un poco. Probablemente pasó solo un minuto desde que entramos a un puesto de té cercano, cuando un sonido ensordecedor nos asustó. Y nuestro coche no estaba por ningún lado; en su lugar había una roca. Era una roca del tamaño de una casa. Desde ese momento, "Destino final" ha sido mi película menos favorita.
Cuando tenía 18 años, en mi primer año de universidad, estaba entrando a una tienda y dos chicas salieron de un coche para pedirme si les podía comprar cigarrillos porque tenían 17 años (es necesario tener 18 para comprarlos). Les dije que sí, tomé su dinero, y mientras entraba, salió un hombre calvo de 40 años que tenía una camisa de botones.
Inmediatamente pensé que era un policía. Compré todo lo que tenía que comprar y le pregunté a la persona que atendía si ese hombre de afuera era policía. Me confirmó que sí lo era.
Así que salí, les dije a las chicas que nos juntáramos al otro lado de la calle y volví a mi dormitorio.
Desde el otro lado de la calle, vi al policía acercarse sigilosamente a su auto por detrás de un edificio, así que volví a entrar a mi dormitorio esperando que no me atraparan.
Todo el asunto era una emboscada creada para atrapar a estudiantes de primer año comprando cigarrillos a gente más joven que ellos. Una gran pérdida de tiempo. Las chicas estaban involucradas y el empleado lo sabía pero no tenía otra opción, y gracias a mi intuición y a su confirmación, salí de allí con dos paquetes de cigarrillos gratis.
Es una pena que no pongan el mismo ahínco con los de la Asociación del Rifle...
Tuve el presentimiento de que debía sacar mi billetera y mi teléfono de la mochila. No pasaron ni 20 segundos y me robaron. El hombre me arrastró por la acera y me robó el bolso, PERO lo único que se llevó fue un jugo y mis anticonceptivos.
Mi madre y toda su familia se salvaron de morir por una intoxicación de monóxido de carbono gracias a mi abuelo. Ese día, él se fue a trabajar y tuvo una sensación rara, así que volvió a su casa. Todos los que estaban dentro de la casa estaban inconscientes y tuvo que arrastrarlos y sacarlos uno por uno. Todos sobrevivieron.
Cuando era niño, un día, estaba construyendo un campamento en el bosque cerca de mi casa. Tuve la extraña sensación de que iba a pasar algo, así que junté todas mis cosas y me fui a mi casa. Al día siguiente, de camino a la escuela en el autobús, mi amigo dijo que su familia había visto a un puma corriendo por la carretera a unos 200 metros de donde yo estaba. Dio la casualidad de que fue a la misma hora en la que yo había estado allí.
Iba caminando hacia la peluquería y, por alguna razón, todo me resultaba raro. Ignoré esa sensación pero cada paso que daba me hacía sentir que pasaba algo, así que decidí ir a comer y volver. Mientras comía, vi coches de policía y ambulancias que iban hacia donde yo había estado antes, y resultó ser que habían asesinado a alguien. Ahora siempre le hago caso a mi instinto.
Estaba sentado en una de esas cajas de electricidad cilíndricas de metal fuera de mi casa cuando hubo un apagón.
La luz parpadeaba levemente en mi casa, pero ninguna otra vivienda había sufrido de un apagón en ese momento. Miré donde estaba sentado y dije:
“Uhh, tal vez esto fue el problema”.
Me levanté y me alejé un poco y como dos segundos después EXPLOTÓ. Salieron llamas por como un minuto completo. Básicamente, era un mechero bunsen gigantesco y estuve a pocos segundos de quedarme frito.
Entré a una fiesta en una casa y tuve un mal presentimiento, así que la mayoría de mis amigos y yo nos fuimos. Los que no se fueron terminaron siendo asaltados. Fue bastante aterrador.
Me dan miedo las montañas rusas (también a las alturas, así que las dos van de la mano). Mis amigos y yo fuimos a un parque temático y nos subimos a una que estaba a oscuras y que iba bajo tierra. Me subí una vez, me senté en la parte de atrás y realmente lo disfruté.
Cuando llegamos a la salida, no había fila porque ya estaba por cerrar, así que nos preguntaron si queríamos dar una vuelta más antes de que cerraran. Algo en mi interior me decía que no tenía que subir, así que, a pesar de que mis amigos insistieron, no lo hice y me quedé esperando con las bolsas.
Cuando volvieron unos minutos después, estaban blancos como un papel. A unos 3/4 del recorrido, había una gran bajada y luego iba rápido y justo antes de eso, la barra de seguridad de mi amiga se había levantado. Al parecer, tuvieron que sujetarla durante el resto del recorrido mientras trataban de empujar la barra hacia abajo.
No estoy seguro de si fue un “presentimiento”, pero casi. Era Nochebuena (no se sentía ni un movimiento, ni siquiera el de un ratón). Mi madre había comprado un gran televisor para mi padre y lo había escondido en mi armario (que no tenía puerta) junto con otros regalos. En un momento de la noche, volvió a entrar a mi habitación para llevarse uno de los regalos más pequeños, y terminó poniendo el televisor delante del calefactor que estaba en la pared. No me di cuenta de eso y me fui a dormir. No sé si fue el olor o un instinto, pero gracias a Dios que me desperté. Esa noche/primera hora de la mañana, mi habitación estaba llena de humo y un lindo resplandor anaranjado salía de la parte trasera de la caja del televisor. Por suerte, aún no se habían formado grandes llamas y pude parar el fuego moviendo el televisor y, por supuesto, apagando la calefacción y saliendo de la habitación. El humo no era tan fuerte, así que la casa no sufrió grandes daños y mi habitación eventualmente dejó de tener ese olor.
Probablemente, tenía unos doce años. Estaba en un campo de tiro con mi padre y unos amigos de él disparando la calibre 9mm de mi padre. Ya había disparado varias veces. Me estaba preparando para otra ronda, pero sentía que algo andaba mal, así que se lo dije a mi padre. Descargó el arma, la desarmó y resulta que tenía una bala a la mitad del cañón. Si hubiera apretado el gatillo, probablemente habría explotado, hiriéndome o matándome a mí y a otras personas.
que rara manera de jugar tienen los padres gringos con sus hijos.
