La gente comparte 25 normas insólitas de sus hogares que tenían que cumplir cuando eran pequeños
Todas nuestras infancias han sido extrañas de un modo u otro. Al fin y al cabo ¿qué es lo normal? Sin embargo, después de leer este debate de Reddit, puede que empiecen a pensar que la suya no fue tan inusual.
Una publicación creada por el usuario u/ctsom les pidió a los internautas que compartieran una regla que tenían de pequeños y que les parecía completamente normal hasta que crecieron y se dieron cuenta de que probablemente no lo era. ¡Y mucha gente respondió!
Desde el consumo obligatorio de leche después de cenar hasta la ley de no ducharse si estaban solos en casa, he aquí algunas de las respuestas más memorables.
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No tenía hora de llegada mientras le dijera a mi madre dónde iba a estar. Siempre fui honesta porque me encantaba tener 16 años y no tener toque de queda.
Las reglas son parte de la vida cotidiana, son necesarias para vivir en sociedad. Gracias a ellas es posible conducir de forma segura, convivir y desarrollarnos en un ambiente saludable.
Pero aunque en sociedad las reglas son iguales para todos, y entre las familias las también suelen ser similares, siempre hay algunas que difieren. A la hora de poner reglas los padres no solo buscan proteger a sus hijos, sino que también demuestran sus propias heridas y carencias de la infancia.
Mis hermanos y yo (somos 7) podíamos jugar con cualquier juguete que se hubiera dejado fuera. El dueño del juguete no podía llevárselo hasta que quien estuviera jugando hubiera terminado. Si el juguete estaba guardado en la habitación del dueño, había que pedir permiso para usarlo.
Una manera de motivar a los críos para que no dejasen juguetes por ahí. Por cierto, siete hijos... La vírgen.
Cuando me metía en líos me ponían “restricción de lectura” como castigo. De niña me encantaba leer (¡todavía me gusta!), así que en aquella época era un castigo eficaz.
Hoy cada vez toma más fuerza la crianza responsable o respetuosa donde se ve a los hijos como personas iguales a las que hay que acompañar en su desarrollo. Pero al haber casi igualdad entre padres e hijos es más difícil poner límites y reglas. Algunos de los consejos que dan sobre cómo seleccionar las reglas del hogar son: poner la menor cantidad de límites posibles, de esta forma serán más fáciles para los niños recordarlos y respetarlos, y deben ser claros; por ejemplo frases como “debes portarte bien” no establecen parámetros para “bien” ni dan indicación alguna de que deben hacer o no hacer. Las reglas deben ser coherentes y conocidas por los niños, no debemos jamás asumir que ellos nacieron sabiendo algo, como no pintar las paredes o tirar objetos; y finalmente debemos ser flexibles a medida que van creciendo y estar dispuestos a negociar aquellas que no estén relacionadas a la salud e integridad del niño. Y si pueden lograr que participe en la creación de las reglas, ¡aún mejor!
Si les interesa aprender más sobre cómo aplicar límites y reglas sanas en sus familias aquí tienen una guía que puede ayudarlos. ¿Ustedes qué límites extraños tenían en sus hogares, Pandas? Cuéntennoslo en los comentarios.
Todos los domingos por la noche, después de cenar, teníamos el momento del “comité familiar”. Nos sentábamos y contábamos las cosas buenas que nos habían pasado esa semana, contábamos nuestras quejas si las teníamos (siempre teníamos), planeábamos el menú para las próximas cenas y después repartíamos las tareas de hogar.
Francamente, fue una crianza estelar. Aunque, si se lo menciono a mi madre ahora, lo presumiría durante 20 minutos.
Pues no está mal pero un poco difícil hacerlo en mi situación con los horarios que tenemos mi marido y yo.
Cuando era muy pequeña tenía una “campanilla de noche”, una vieja campana de arcilla que estaba colgada en la cocina. Cuando tenía que irme a la cama, tocaba la campana y todos venían a darme las buenas noches. En realidad no era una regla, sino un pequeño ritual extraño en nuestra casa.
Quizá no sea una norma de la “casa”. Pero cuando tenía 6 años mi madre me dijo que si me portaba bien me dejaría faltar a clase los sábados y los domingos. Un día mi maestra dijo: “Nos vemos el lunes” y ahí lo supe todo.
No se nos permitía comer ni tomar nada sin pedir permiso, ni siquiera un vaso de agua. Cuando mi novio y yo empezamos a salir, yo le preguntaba a sus padres si podía comer o beber algo y fue un hábito difícil de romper cuando su madre me dijo que, literalmente, podía comer o beber lo que quisiera (que no fuera alcohol).
Era muy raro abrir el refrigerador o la despensa sin permiso. A veces tengo que luchar contra el impulso de preguntarle a mi novio si puedo comer NUESTRA comida en NUESTRO apartamento.
Cuando fui a la casa de mis padres para Navidad, me regañaron por agarrar una manzana sin preguntar. Es todo tan raro, pero antes me parecía tan normal.
Si me lastimaba haciendo una determinada actividad, no podía volver a practicarla.
Sin embargo, mi madre le puso fin a esa norma cuando me rompí la muñeca haciendo snowboard a los 16 años y no se lo dije hasta un mes después, cuando ya no podía mover la muñeca y tuve que operarme y hacerme un injerto de hueso para arreglarla.
No me dejaban ducharme si estaba sola en casa.
También a los 7 años aprendí que en otras casas se cerraba la puerta del baño cuando alguien lo usaba y que dejarla abierta era raro. Una vez, dejé la puerta abierta en la casa de una amiga, mi amiga pasó por el baño, me vio, se lo contó a su madre, su madre llamó a la mía, y, de repente, la nueva norma de mi casa fue que cerráramos la puerta del baño cuando lo usábamos.
Si no sacabas un sobresaliente no comías en la mesa. Pensaba que era normal hasta que fui a cenar a la casa de mi amigo y él trajo un boletín con notas bajas. Sus padres fueron muy comprensivos y cariñosos…
Entre los 10 y los 14 años, más o menos, mi madre me pagaba para que fuera mi propia niñera. La regla era que si no ensuciaba nada y me acostaba antes de que ella llegara a casa, me pagaría 10 dólares al día siguiente.
Un poquito joven para quedarse sol@ en casa mientras mamá trabaja, no? Por muy ejemplar que fueras, los accidentes ocurren.
No se nos permitía ver nada remotamente sexual, por ejemplo, si la gente se besaba, mi madre se volvía loca y corría a tapar la televisión con una almohada, decía cualquier cosa y tosía fuerte hasta que terminaba.
Una vez quise ver una película para mayores de 13 años con mis amigos: mi madre se puso a llorar y mi padre me dijo que era una persona horrible por hacerla llorar. Yo tenía 14 años.
Mi padre nunca nos dejaba hablar en la mesa. Una vez, cuando tenía 15 años, les pregunté a todos cómo estaban y qué tal les había ido el día. Mi padre se levantó enfadado después de terminar apresuradamente su comida y dijo: “No soporto que la gente hable en la mesa, si quisiera hablar con ustedes lo haría”.
Terminamos de comer en silencio.
Y así queridos niños, es como un padre lunático consigue que cuando sea viejo los hijos le aparquen en una residencia y no vayan a verle hasta que la palme.
No podíamos abrir el refrigerador ni los armarios sin pedir permiso. Mi familia era muy pobre y teníamos un presupuesto limitado para la comida, así que comer algo sin permiso muy posiblemente significaba usar algún ingrediente de una comida que mi madrastra pensaba cocinar en los días siguientes.
Cuando iba a casa de amigos veía que comían lo que querían, cuando querían.
A mi madre no le gusta oír anuncios en la tele. En cuanto empieza la pausa publicitaria, tiene que silenciarla. También la silencia si cree que está a punto de empezar la publicidad, aunque a veces se equivoca. Y como no presta mucha atención, la mayoría de las veces no se da cuenta de que han terminado los anuncios, así que deja la tele en silencio cuando vuelve a empezar el programa. Es muy difícil ver televisión con ella.
Tuve unos padres MUY relajados, pero había algunas cosas con las que eran muy estrictos.
Nada de chicles.
Nada de plastilina.
Nada de cereales que tuvieran el azúcar como uno de los 3 ingredientes principales.
Nada de “Los Simpson”.
Básicamente, no tenía normas cuando era pequeña, pero esas 4 cosas los enloquecía. Todavía me pongo un poco ansiosa cuando mastico chicle y eso que tengo 35 años.
Si alguna vez te quedabas sin papel higiénico mientras estabas en el baño, tenías que cantar la canción “Stranded” o, de lo contrario, nadie te traería un rollo nuevo.
En mi familia teníamos una cosa que llamábamos la manta para la comida. Cuando íbamos a comer, poníamos una manta en el suelo del salón y comíamos sobre ella, como en un picnic. Mis padres no querían que la comida manchara la alfombra. En vez de “pon la mesa”, mi madre decía “Ve a poner una manta”. Recuerdo que me desconcertó mucho cuando supe que no todas las familias tenían una manta para comer.
En mi casa no te dejaban levantarte de la mesa si no terminabas de comer todo lo del plato. Recuerdo estar comiendo en casa de un amigo y poner cara de incomodidad al intentar acabar una comida que no me gustaba, todo para que luego me digan: “No tienes que terminarla si no quieres”. Fue alucinante.
Noches de haiku.
Algunas noches hablábamos en haiku
Y *solo* haiku.
No se nos permitía entrar al comedor a menos que lo utilizáramos para una ocasión especial. La alfombra siempre tenía ese aspecto de “recién aspirada” que delataba a cualquiera que pasara por ahí.
En mi casa era el salón. El salón era el sanctasantorum de las visitas y no todas, sólo las "buenas". El resto, a la cocina. Mi hermana y yo usábamos el salón única y exclusivamente para recoger lo que nos habían traído los Reyes Magos. Una vez al año, vamos...
Mi padre estableció la norma de que tenía que matar siete moscas al día durante mis vacaciones de verano.
Lo primero que había que hacer al entrar a casa era ponerse pantalones limpios y lavarse las manos. (Los invitados estaban exentos de la norma de los pantalones, pero no de lavarse las manos). Si te quitabas los zapatos mientras estabas fuera, también tenías que cambiarte los calcetines cuando llegabas.
Bueno, a lo mejor lo del pantalón es mucho, pero es una norma básica de higiene.
Cuando estaba enfermo no podía quedarme en la cama porque la ensuciaba. Mi madre ponía una toalla en un rincón del suelo de madera y yo tenía que quedarme allí hasta que ella consideraba que estaba lo suficientemente bien como para usar mi cama.
Si no encontrabas algo y le pedías ayuda a alguien (hermano o padre) y te lo encontraban, te daban un puñetazo en el brazo.
El clásico "como vaya yo y lo encuentre" con agresión de regalo. Tuvieron que crecer dispuestos a pedir ayuda...
