¿Por qué se siente tan bien ser malos, especialmente cuando se trata de incumplir las normas que nuestros padres nos enseñaron una y otra vez en la infancia, los mismos mantras que se repiten como un tocadiscos defectuoso?
“No cruzar la calle por fuera del paso peatonal” era interpretado como “Correr en medio de la calle a las 3 de la mañana”, “No hablar con desconocidos” se traducía por “Charlar con cada persona que entra en la tienda de segunda mano”, y “No jugar con la comida” era una invitación a “Poner alimentos en lugares inapropiados.”
Hoy vamos a enfocarnos mucho en lo tercero, porque tenemos una lista preparada para ustedes, queridos Pandas. Todo esto es gracias al grupo de Facebook “Food In Places It Shouldn’t Be” (Alimentos en lugares que no deberían estar), que ha dedicado su valioso tiempo y esfuerzo para recopilar algunos de los combos más confusos pero simpáticos que hemos encontrado.
Así que agárrense de sus asientos, no se olviden de votar por sus favoritos, y si quieren más caos una vez que hayan terminado con esto, tenemos otro bonito artículo esperándolos aquí mismo.
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Al principio de este artículo me preguntaba: ¿Por qué es tan divertido portarse mal? Es una gran pregunta, con muchos caminos por explorar, así que supongo que, ¿por qué no intentar encontrar el significado del caos que es la vida mientras estamos ocupados cuestionando la cordura de las personas que decidieron poner estos alimentos en todos estos lugares raros?
La primera respuesta obvia a esa pregunta es que nos permite participar en lo que está prohibido sin todas las consecuencias prometidas. Si desobedecemos, nos castigan. Prueben con jugar con la comida, por ejemplo. No quieren comer la masa que sabe a plastilina, así que empiecen a hacer castillos con ella.
Luego se quedan sin cenar y encima mamá se enfada porque tienen talento en la arquitectura de la comida. ¿Y qué si la mitad se cae al suelo? ¿Y qué si las paredes del castillo se derrumban y quedan como un triste muñeco de nieve al comienzo de la primavera? Eso no importa mucho, no hasta que el estómago ruge y no queda nada para comer.
No se comerán su castillo, ¿verdad? ¡Eso sería lo mismo que comer una cama! ¡Qué asco! Pero si volvemos a las consecuencias, siempre se nos dice que algo malo pasará si no seguimos las normas: iremos a la cárcel, nos harán daño, nos envenenarán, moriremos, moriremos, moriremos…
Así que, ver a otra persona cometer un delito que conlleva consecuencias kármicas muy leves nos acerca a ser el alborotador que tenemos tanto miedo de ser. Observar algo que está fuera de lugar es tan entrañable como ver a dos niños pequeños jugando en la arena, construyendo castillos y aprendiendo que la arena no es un aperitivo sabroso, aunque crujiente.
Pero, para que nuestros hijos no crezcan con todos esos cuestionamientos sobre las acciones de los demás con respecto a los alimentos, como padres o futuros padres debemos saber que no tiene nada de malo que los niños jueguen con la comida en sus primeros años de vida.
Según este artículo, que los niños sean libres de jugar con la comida y explorarla como ellos quieran aporta beneficios muy importantes para sus vidas.
Estos inocentes juegos estimulan el desarrollo cognitivo de nuestros hijos y pueden generarles interés por la cocina y por diversas expresiones artísticas. Además, también pueden ayudar a que los pequeños superen ciertas fobias a determinados alimentos, como lo menciona el artículo. Y, por supuesto, un niño al que se le ha permitido experimentar con la comida podría ser una de las futuras personas que les encuentran el lado gracioso a los alimentos, tal y como vimos en estas imágenes.
Mientras siguen leyendo este artículo, no se olviden de votar por sus combos horribles favoritos y las colecciones de comidas más extrañas. También dejen su opinión en los comentarios: ¿Cuál sería una mezcla de alimentos épicamente extraña?
Disfruten, vivan la vida al máximo, no lastimen a nadie (ni siquiera a ustedes mismos) y preparen un sandwich de queso a la plancha o construyan un castillo. ¡Hasta luego!
Parrilla para el caño de escape.
Salchichas en una bolsa para leche materna.
No veo que tiene de malo. Al fin y al cabo no dejan de ser bolsas de congelación.
Ahí habría que buscar bien para encontrar el jamón y mucho más para encontrar el serrano.
Puffff...mira que me gusta la mezcla de sabores pero esto es.... Terrorífico