25 historias de terror sobre “chicos buenos” que explican por qué las mujeres prefieren al oso
Existe una gran diferencia entre ser una persona realmente buena y ser un “buen tipo”. Una buena persona es empática, respetuosa y se preocupa de manera genuina por el bienestar de los demás y por hacer lo correcto. En cambio, los “buenos tipos” suelen ser manipuladores e inseguros que fingen amabilidad solo para obtener lo que desean, como llamar la atención de alguien que les gusta.
Por desgracia, no es raro encontrarse con hombres que, bajo la fachada de una supuesta gentileza, esconden actitudes propias de una masculinidad tóxica. En la comunidad de AskReddit, varias mujeres compartieron sus encuentros más incómodos con estos “tipos buenos” para alertar a otras personas. Sigan leyendo para conocer sus historias.
Mujeres de Reddit, ¿cuál es su historia más desagradable con un “buen tipo”?
This post may include affiliate links.
Oh, esta historia es fuerte. Solía trabajar como auxiliar de enfermería en una residencia de ancianos. Tenía un compañero de trabajo que era MUCHO mayor que yo, me llevaba unos 30 años. Siempre me decía lo hermosa que me veía y me daba abrazos demasiado largos. Me sentía incómoda con esto, pero honestamente pensaba que solo trataba de ser amistoso, como una figura paterna. No quería crear conflictos porque trabajamos en el mismo turno, así que decidí soportar la situación.
Un día me preguntó cuál era mi café favorito. Se lo comenté sin darle importancia, pensando que era solo una conversación casual. Más tarde, durante mi turno, ME TRAJO ese café. Durante su descanso había ido a una cafetería y había comprado para mí. En ese momento, empecé a darme cuenta de que él estaba cruzando los límites y que mis instintos eran correctos. Traté de rechazar el café, pero insistía en que lo aceptara. Cuando me negué rotundamente, fingió que no entendía lo que le decía debido a una supuesta barrera idiomática. Él nació en China, pero ha vivido en Estados Unidos desde niño. Me sentía tan incómoda y cansada de intentar explicarme y que él me ignorara, que al final terminé aceptando el café.
Poco después, llevó una caja de chocolates al trabajo para mí. De nuevo, intenté rechazarla, pero él insistió que la había comprado especialmente para mí, que a él no le gustaban los chocolates y no los comería. Después de eso, mencioné que estaba casada y que tenía un hijo. Hizo una expresión de disgusto, no por mi matrimonio, sino por el hecho de tener un hijo. Me preguntó por qué había sido madre tan joven. Cuando pasó esto, yo tenía 25 años y mi hijo 2 años y medio.
Más tarde, me encontraba conversando con algunos residentes en la sala de actividades y él entró a hablar conmigo. Comenzó a hacer comentarios sobre mi cuerpo, sobre lo bien que lucía y que no se notaba que había tenido un hijo. Luego me agarró el trasero. Traté de moverme para alejarme y me soltó, pero siguió hablando sobre lo firme que era mi trasero y lo perfectos que eran mis senos. Fijó su mirada en mi pecho, extendió el brazo detrás de mí, volvió a agarrar mi trasero y me jaló hacia él.
¡Me sentí tan vio**da! Pasé meses pensando que era solo un hombre excesivamente amigable, pero en realidad me había estado manipulando. Le conté a mi supervisora, quien de inmediato le informó a la directora del centro. En menos de 20 minutos lo despidieron y nunca lo volví a ver.
Al día siguiente, la directora me llamó a su oficina y me dijo que ya tenían varias quejas contra ese empleado. En cuanto escuchó mi historia y vio cómo había escalado la situación, supo que tenía que despedirlo de inmediato. Quedé muy asustada después de esto; cada vez que terminaba mi turno, temía que él estuviera afuera esperándome.
Las otras quejas:
1 - Presumía ante otras empleadas que contrataba prostitutas y las llevaba a un restaurante italiano antes de acostarse con ellas.
2 - Agredió verbalmente a otra compañera, llamándola “gorda” y “estúpida” frente a su jefe y otros compañeros.
Esos son solo algunos de los reclamos que escuché de mis amigas después de que pasó todo esto. Quién sabe qué más hizo.
Chicas, recuerden: Si alguien las agrede, ustedes no son las culpables. Darles a las personas el beneficio de la duda y tratar de ver lo bueno en ellas no significa que ustedes merecen ser agredidas o acosadas. Y no tenga miedo de ser asertivas o incluso groseras. ¡No le debemos amabilidad a nadie!
¿Cuándo fue la última vez que se cruzaron con “buen tipo”? ¿Cuál creen que es la mejor manera de saber si alguien es realmente amable o solo está fingiendo para conseguir algo?
¿Alguna vez se enfrentaron con alguien por ser increíblemente tóxico? Si lo desean, pueden contarnos sus experiencias en los comentarios.
Una vez tuve que lidiar con uno de esos “tipos buenos” con actitud de “pero solo quiero ayudaaaartee” durante decenas de kilómetros.
Mi pasatiempo favorito es cicloturismo. Suelo elegir destinos que están a unos 160 kilómetros de distancia. Salgo a explorar muy temprano y paso el trayecto escuchando música y pódcasts todo el día. Lo mejor de todo es que no tengo que hablar con nadie. ¡Es perfecto!
Mientras viajaba por una ruta, después de recorrer unos 64 kilómetros, me detuve a consultar el mapa en mi teléfono. Un hombre que pasaba por ahí asumió automáticamente que mirar el mapa significaba que estaba pérdida y que no podría seguir adelante sin su ayuda. Él (acompañado de un amigo que apenas habló) decidió autoproclamarse mi escolta personal.
Hice todo lo posible para deshacerme de él sin confrontarlo directamente: me dejé los auriculares puestos y respondía con un “¿Qué?” de mala gana cada vez que intentaba hacerme “mansplaining” sobre bicicletas. Me rezagaba mucho detrás de ellos o pedaleaba más rápido para dejarlos atrás, pero él no captaba las indirectas. Seguía allí, exigiendo mi atención sin aportar nada de valor.
Finalmente, esperé a que él y su amigo doblaran en una curva para detenerme y tomar un descanso de unos 20 minutos. Aproveché para comer un sándwich y estirar un poco, pensando que eso sería suficiente para que me dejaran en paz.
¡Pero no! El tipo apareció de nuevo, y se mostraba aliviado de haberme encontrado. Al final, no me quedó más remedio que decírselo directamente:
“No te lo tomes a mal, pero me gusta hacer estas rutas sola. Quiero escuchar un audiolibro y, de verdad, no necesito tu ayuda”.
“¡Pero estabas perdida!”
“No, no lo estaba. Solo estaba consultando el GPS en mi teléfono. Te dije que me encontraste a 64 kilómetros de mi casa… ¿Cómo crees que llegué tan lejos sin ti? Realizo trayectos como este por mi cuenta todo el tiempo. ¡Estoy bien!”.
En ese momento, refunfuñó algo por lo bajo sobre lo “simpática” que era yo y, al fin, se fue. Realmente, cada día me importa menos agradarles a hombres extraños.
Una vez, en un bar, un amigo que juraba que solo me veía como amiga perdió los estribos y me insultó, llamándome z*rra, después de pedirme que le explicara las razones por las que no saldría con él. Yo no quería tocar ese tema, pero no dejaba de insistir. Al final, se enfadó cuando le dije que no me atraía y que, si lo hiciera, no estaba interesada en alguien que, a punto de cumplir 30, todavía vivía con sus papás.
Este “buen tipo” trabajaba en Recursos Humanos (era completamente incompetente, pero esa es otra historia).
Siempre encontraba excusas para acercarse a todas las mujeres solteras del edificio. Se paraba demasiado cerca de ti o, a veces, se quedaba en la puerta de tu oficina mirándote fijamente sin decir nada. Era muy incómodo levantar la vista y verlo ahí parado, como una sombra.
Tenía la costumbre de hacer preguntas personales e invasivas. También se quejaba cada vez que tenía oportunidad de que las mujeres no querían a un “buen tipo” como él. Fingía practicar diferentes religiones para intentar conquistar a una “buena chica”, porque no quería una mujer que fumara o bebiera (a pesar de que él hacía ambas cosas). Además, buscaba a una virgen que no fuera “gordita”, ya que, según él, era un “hombre, no una ballena”. Irónicamente, él tenía sobrepeso.
Creía que si coincidía con un grupo donde hubiera mujeres, automáticamente esas mujeres estarían saliendo con él. Se enfadaba mucho si alguna de ellas le prestaba más atención a otro hombre del grupo y, en ocasiones, simplemente se levantaba y se iba.
Por ejemplo: un viernes, un grupo de compañeros de trabajo planeaba salir a tomar algo después del horario laboral. Él se autoinvitó, y una de las mujeres del grupo le dijo: “¡Nos vemos ahí!”. Él interpretó esto como una señal del interés romántico de ella. Esa noche, cuando la mujer no le prestó mucha atención y habló más con su nuevo compañero de trabajo, se molestó, se levantó y se fue sin decir una palabra.
Nadie entendía qué había pasado hasta que comenzaron los rumores, porque él le contó a todo el mundo que su compañera de trabajo le había “puesto los cuernos” esa noche.
En una ocasión, mi amiga estaba muy angustiada porque había tenido una discusión con su novio. El mejor amigo de él se ofreció a consolarla, la escuchó y le brindó su apoyo mientras ella se desahogaba.
Al día siguiente, ese mismo tipo intentó obligarla a tener relaciones s*xuales. Le dijo que se lo debía porque había estado para ella y que, como había escuchado sus problemas, ahora tenía que “agradecerle”. Por suerte, un amigo de ella llegó justo a tiempo y se dio cuenta de la situación.
Un hombre quería demostrar lo buen tipo que era, pero al mismo tiempo tenía demasiado miedo para invitarme a salir como una persona normal. Al final, “m*tó dos pájaros de un tiro” cuando su supuesta “otra personalidad” me dijo que tenía ganas de m**arme, pero que su parte buena estaba luchando con valentía para evitarlo porque le gustaba demasiado. Por supuesto, me enamoré perdidamente al instante.
Cuando estaba en la universidad, había un chico que frecuentaba mi grupo de amigos. Nadie sabía realmente quién lo había invitado a unirse, así que quizá se había incluido solo. El problema es que era muy molesto. Coqueteaba de manera agresiva con TODAS las chicas del grupo e insistía a DIARIO en que deberíamos darle una oportunidad para demostrarnos “cómo se debería tratar a una dama”. Normalmente, nos limitábamos a poner los ojos en blanco, aunque algunos de los chicos del grupo hablaron con él en privado en varias ocasiones para pedirle que dejara de comportarse así.
Además, tenía detalles excesivos. Nos traía flores o los dulces, refrescos o refrigerios favoritos de las chicas como una “muestra de su gran afecto” (sí, lo llamaba así). También tenía la mala costumbre de insistir —sin importar cuántas veces le dijéramos que no— en acompañarnos a cualquier lugar al que tuviéramos que ir. Mi mejor amiga y yo le dijimos directamente que su comportamiento era incómodo e invasivo.
En nuestro círculo íntimo éramos 3 chicas, además de otras 5 que se nos unían ocasionalmente para fiestas LAN o cualquier otra actividad que organizáramos. Este tipo nos invitó a salir a todas al menos unas 50 veces. Cada vez que lo rechazábamos, nos respondía con un horrible sermón sobre cómo las mujeres no les daban una oportunidad a los “chicos buenos” y cómo deberíamos estar abiertas a la posibilidad de que él fuera “el amor de nuestras vidas”. No importaba cuántas veces le dijéramos que no estábamos interesadas, que no nos atraía o que incluso estábamos en una relación.
En segundo año, una chica nueva se unió al grupo. Por alguna razón que nadie comprendía, a ella le gustaba mucho este chico, pero él no estaba interesado en lo absoluto. Algunos de nosotros empezamos a usar sus propios argumentos en su contra cuando comenzó a quejarse de que ella no lo dejaba en paz. La situación con él siempre fue bastante desagradable.
Necesito compartir esta historia porque es tan absurda que me hace reír cada vez que la recuerdo.
Me mudé a una nueva ciudad para estudiar y me topé con un primo lejano (nieto de la hermana de mi abuela). Era solo un par de años mayor que yo, así que me invitó a pasar el rato con sus amigos y me pidió mi número. Acepté porque soy tímida y sabía que me costaría hacer amigos por mi cuenta.
El problema fue que empezó a escribirme SIN PARAR. Al principio, todo era inocente; tratábamos de conocernos mejor. Sin embargo, pronto cruzó la línea con preguntas personales inapropiadas. En medio de todo esto, le dije varias veces que tenía novio, y que estudiaba en otra universidad.
Mi primo me invitaba a su casa con insistencia, pero yo estaba ocupada con mi nuevo trabajo y se ofendía cada vez que le decía que no podía ir. También se molestaba si tardaba mucho en responderle. Finalmente, tuve una noche libre y acepté su invitación para una noche de juegos de mesa con él y sus amigos. En ese momento, yo aún no tenía edad para beber, pero él había comprado un vino especial que quería que probara.
Cuando llegué, conocí a sus amigos. Empezamos a preparar el juego de mesa Catan, pusimos música y todo parecía ir bien. Mi primo fue a la cocina a buscar el vino y uno de sus amigos, queriendo ser amable, comenzó a charlar conmigo. Me preguntó cómo nos habíamos conocido y cuánto tiempo llevábamos saliendo. Quedé en shock y balbuceé que no estábamos saliendo, que éramos primos.
Sus amigos no podían parar de reír. Entre carcajadas, me contaron que mi primo llevaba semanas presumiendo que yo era su novia, la primera que había tenido. Incluso le había dicho a su compañero de habitación que necesitaba privacidad esa noche y que había comprado condones. En ese momento, mi primo salió de la cocina para averiguar de qué se reían. Sus amigos, todavía riendo, lo confrontaron y expusieron la situación.
Él se enfadó muchísimo y dijo que pensaba que teníamos una conexión especial, que nadie sería tan atento o pasaría tanto tiempo hablando con alguien con quien no estuviera saliendo. Según él, nadie lo entendía como yo. Le respondí: “¡Somos primos! ¡Nunca saldría contigo!” y me fui de inmediato. Fue la situación más incómoda de mi vida.
En cuanto salí de allí, llamé a mi mamá y le pedí que hablara con la de este chico sobre lo sucedido. Mi mamá me llamó más tarde y me contó que mi tía estaba muy avergonzada. Aseguró que su hijo recibiría una buena reprimenda y, que si dependía de ella, nunca volvería a tratarme a mí ni a ninguna otra mujer con esa falta de respeto.
Esa fue la última vez que supe de él. Un año después, me encontré con su mamá, quien me dio una receta familiar. No parecía guardar rencor, así que todo quedó en el pasado.
Resumen: Un primo intentó seducirme usando las clásicas tácticas de un “buen tipo”. No, no soy de Alabama.
Le pedí a un “amigo” que nos viéramos después de una ruptura difícil (mi ex me había sido infiel) tras una relación de 2 años y medio. Me invitó a salir CINCO VECES y trató de que durmiera en su cama.
¡Oh, vaya!
Cuando estaba en mi segundo año de secundaria, me uní a un club porque lo gestionaban algunos de mis amigos y pensé que sería una buena oportunidad para pasar más tiempo con ellos. Siempre iba con una actitud bastante abierta a socializar con todos. Había un chico, un año mayor que yo, que parecía relativamente agradable. Era algo torpe socialmente, pero eso no era un problema para mí.
Un día, mientras esperaba a que mi papá viniera a recogerme después de una reunión del club, este chico se acercó a mí y comenzó a hacer conversación. En un momento, me dijo: “Nunca he tenido una novia asiática” y, de repente, me abrazó y me besó en el cuello. Le conté a mis amigos lo que había pasado y abandoné el club definitivamente.
Él no entendió qué había hecho mal, y mis amigos intentaron minimizar lo ocurrido. Hoy en día, después de habernos graduado, ya no tengo contacto con ninguno de ellos.
Un “buen tipo” me dijo que me amaba en nuestra SEGUNDA cita. Una cita a la que, en primer lugar, ni siquiera estaba muy segura de ir. Obviamente, le expliqué que no me sentía cómoda con una declaración de ese estilo después de tan poco tiempo y que no lo conocía lo suficiente como para saber realmente qué sentía. Decidí terminar las cosas en ese momento y le dejé en claro que no quería seguir viéndolo.
Unas semanas después conocí al hombre con el que estoy ahora, y hubo química entre nosotros desde el primer momento. ¡Llevamos 5 años juntos!
Un día, el “buen tipo” me envió un mensaje diciendo que me extrañaba y que quería intentarlo de nuevo (¿extrañarme? ¡Por favor!). Le respondí que estaba saliendo con alguien más y que mi decisión seguía siendo la misma: no quería verlo.
Tras mi respuesta, procedió a enviarme un mensaje de cuatro páginas diciéndome que era una persona horrible, que él realmente pensaba que yo era la “indicada” y que solo era una cualquiera que jugaba con los sentimientos de los demás. Me llamó “z*rra” por ya estar en una nueva relación.
¿Perdón? Salimos DOS veces, pasamos un par de horas juntos en total, y solo hablamos durante una semana. ¡Se volvió completamente loco!
Conocí a un chico en línea a través de uno de mis amigos. Parecía bastante agradable, así que solía escribirle mensajes regularmente durante el día y, en una ocasión, hicimos una videollamada porque él lo pidió.
Poco a poco, empezó a obsesionarse conmigo. Quería llamarme todas las noches antes de irse a dormir. Me dijo que sería la esposa perfecta y que deberíamos tener tres hijos. Incluso quería que fuera a vivir a su finca ganadera para casarnos y empezar una familia. Todo esto me lo dijo cuando apenas llevábamos unas dos semanas hablando.
En ese tiempo, yo estaba buscando trabajo para pagar la universidad. Un día, en broma, compartí en Snapchat la foto de un anuncio que decía: “Se buscan bailarinas” en el club nocturno de mi ciudad. Al ver mi publicación, se volvió completamente loco y me dijo que no podía estar con una chica que no se respetaba a sí misma. Ni siquiera éramos pareja, pero “terminó” conmigo el día de mi cumpleaños.
Conocí a un tipo que trabajaba en un supermercado de mi ciudad porque era conocido de mi amiga. Era genuinamente agradable. Tenía un poco de sobrepeso, pero su cabello y piel eran increíbles. No era mi tipo, pero no me habría sorprendido descubrir que estuviera saliendo con una mujer atractiva. Era un poco nerd y tímido, pero en general bastante buena onda.
Lo agregué a Facebook porque teníamos muchos amigos en común. Luego compartí que había visto un episodio de “My Little Pony: La magia de la amistad” (antes de saber qué era la cultura de los fans adultos de la serie llamados “Bronies”). Este chico se mostró un poco demasiado emocionado sobre esto. Me envió mensajes llenos de datos sobre el programa, diciendo que la mayoría de los episodios eran buenos, pero algunos eran “demasiado de niñas”. Le contesté que me parecía lógico, ya que es un programa para niñas pequeñas, y se enojó mucho. Esa fue la primera señal de advertencia.
La segunda y tercera señales de advertencia fueron sus constantes publicaciones quejándose de que las “féminas” lo ignoraban sin razón aparente. Se la pasaba lamentándose de que una pelirroja sexy, delgada y con grandes pechos no le había dado su número. Incluso convenció a un amigo para que hiciera una publicación larguísima sobre lo crueles que éramos por no presentarle a nuestras amigas solteras.
¿El colmo? Nuestra amiga en común estaba interesada en él y la rechazó tajantemente. Ella es una chica italiana guapísima, con un cabello precioso y un cuerpo increíble. Además, es igual de nerd que él y comparten los mismos intereses. Cuando lo invitó a salir, él le dijo que mejor fueran solo amigos.
No lo podía creer. El tipo vive con sus padres, trabaja en un supermercado, es Brony y se da el lujo de rechazar a una nerd guapa porque no parece un personaje de anime o Ariel, La Sirenita.
Terminé con un chico con el que había estado saliendo un par de meses. No se lo tomó nada bien y decidió publicar mis fotos íntimas, mi número de teléfono y mi dirección en Craigslist, junto con un un “bonito” aviso diciendo que estaba desesperada por tener s*xo. Al día siguiente, me desperté con más de 75 mensajes y llamadas de desconocidos queriendo acostarse conmigo.
Este chico está completamente enamorado de mí, aunque sabe que no estoy soltera. Todo el tiempo me dice cosas como: “En otro universo estaríamos juntos. Tendríamos hijos hermosos. ¿No crees que nuestros hijos serían hermosos?”. Me limito a responder a esto con: “Eh…¿qué?”. Cuando me ve, empieza a recitar frases románticas de libros que ha leído. También ha hecho comentarios obscenos cuando me ha visto agacharme. Además, se queja de que nunca le escribo o hablo con él. Es solo alguien que va a mi escuela; casi no lo veo, así que no me preocupa, pero es increíblemente fastidioso.
En la secundaria, mi hermana mayor era muy popular y tan guapa como una modelo. Yo, en cambio, era bastante tímida, un poco rara, retraída y, dicho sea de paso, sin ningún interés en ser popular. De alguna manera, llamé la atención un chico mayor, algo turbio, que comenzó a enviarme mensajes con frecuencia. En un intento por llamar mi atención, me contó que un grupo de estudiantes de último año había hecho una encuesta para determinar quién era más atractiva, si mi hermana mayor o yo. Me explicó: “Todos votaron por tu hermana, pero yo voté por ti, aunque se burlaron de mí”. Lo dijo como si tuviera que estar agradecida por su supuesto sacrificio. Obviamente, no caí en eso.
Hace un año conocí a un chico en Bumble (sí, lo sé…). Al principio parecía muy dulce. Tuvimos una cita agradable comiendo helado en la playa. Esa noche, me dijo que iba a dormir en su auto, estacionado cerca de mi departamento, para llevarme al trabajo al día siguiente. Más tarde descubrí que él vivía en ese auto. En algún momento me propuso que “durmiera” con él ahí, y obviamente le dije que no.
Comenzó a pasar todas las noches estacionado cerca de mi casa para llevarme al trabajo por la mañana. Luego, directamente empezó a entrar a mi casa para despertarme porque, según él, me estaba “ayudando”. No pasó mucho tiempo antes de que me dijera que debíamos comprar anillos para demostrarles a todos que yo era “suya” y él era “mío”, como si fuéramos objetos.
No sé si llamarlo posesivo o “buen tipo”, pero hasta ese punto quería darle una oportunidad. Sin embargo, cuando sacó el tema de los anillos, me di cuenta de que era demasiado y me alejé. Después se presentó en mi trabajo varias veces con regalos y pasó semanas rogando en la puerta de mi casa, hasta que finalmente dejé de verlo cuando presenté una orden de restricción.
Quedarse a dormir en el coche delante de tu puerta no es muy buena señal. Creo
Solía regresar de la universidad en transporte público todos los días. Con el tiempo, me hice amiga de un chico con el que compartía muchas clases y resultó que vivíamos bastante cerca. Un día, una clase terminó tarde y él se ofreció a llevarme a casa para que no tuviera que ir sola en transporte público de noche. Se lo agradecí mucho, ya que realmente no me sentía segura viajando en ese horario. Todo fue bien. Un par de días después, al salir de la universidad, volvió a ofrecerme viajar con él. Le dije que no era necesario, pero él insistió en que lo hacía con gusto. Durante el semestre, se convirtió en algo habitual que se ofreciera a llevarme a mi casa siempre que compartíamos la última clase del día. Cuando intenté pagarle por la gasolina o invitarle el almuerzo como agradecimiento, me repetía que no hacía falta, que lo hacía encantado.
Un día, mientras me llevaba a casa, noté que estaba de muy mal humor. Sujetaba el volante con fuerza y solo respondía con monosílabos. Cuando llegamos a mi casa, le pregunté si estaba bien. No respondió, así que me dispuse a salir del coche, pero de repente me gritó enfadado: “¿Alguna vez me vas a invitar a pasar?”. Creo que le respondí con algo como un “¿Qué?” porque entonces siguió gritando: “¡Te he estado trayendo a tu casa gratis durante MESES y jamás me has invitado a pasar! ¿Acaso no vamos a tener s*xo?”.
Me quedé tan sorprendida y en shock que simplemente salí del coche y me fui. Este chico, que creía era mi amigo, y a quien incluso le ofrecí pagarle por las veces que me alcanzó a mi casa, pensaba que tenía derecho a s*xo solo porque se había ofrecido voluntariamente a llevarme.
Quiero reiterar que le ofrecí dinero por los viajes y nunca le pedí que me llevara; él siempre se ofrecía e incluso insistía. Además, nunca me invitó a salir ni dio señales de verme como algo más que una amiga.
Me sentí muy traicionada. Para empeorar las cosas, les dijo a nuestros amigos en común de la universidad que lo había estado manipulando y usando para conseguir viajes gratis.
Un conocido se ofreció a alimentar a mi gato el fin de semana en que me iba de viaje. Antes de irme, acordamos el pago, pero cuando regresé vi que había dejado el dinero sobre la mesa.
Le escribí para agradecerle y preguntarle cuándo podía recoger mi llave. Como él no había aceptado el dinero, me pidió que tuviéramos relaciones, ya que prefería ese “método de pago”. Le respondí que no era una prostituta y que debía haberse llevado los 20 dólares como habíamos acordado. Entonces, se negó a devolverme la llave y dijo que la vendería en Craigslist junto con mi dirección y fotos mías.
Le hice saber que había tomado capturas de la conversación y las había enviado a mis amigos, y que, si algo me pasaba, ellos entregarían los mensajes a la policía. También le comenté que dudaba que un patético bailarín la pasaría bien en prisión. Luego me respondió que la amenaza de v**lación había sido “solo una broma”.
Cuando estaba en la universidad, tenía un amigo llamado Kevin. Nos juntábamos de vez en cuando a pasar el rato. Siempre la pasábamos bien de una manera estrictamente platónica: él era el clásico “buen tipo”.
Un día, apareció en mi casa y me invitó a salir. Le respondí educadamente que no, que solo lo veía como un amigo. De repente, perdió la compostura. Me dijo que esa era mi única oportunidad, que me invitaría a salir una sola vez y que, si se iba, nunca más volvería a pedírmelo, así que debía pensar muy bien mi respuesta. Repetí que solo lo veía como amigo, pero antes de que pudiera terminar de hablar, se marchó diciendo que me iba a arrepentir.
No, Kevin. Fue lo mejor que pude haber hecho.
Una vez, en Bumble, un tipo me escribió sin tapujos que esperaba que le hiciera s*xo oral en nuestra primera cita (la cuál habíamos planeado para el sábado siguiente). Explicó que, una vez que cumpliera esa “tarea”, eliminaría la app de su teléfono y podríamos tener una relación exclusiva.
Por supuesto, me negué totalmente. Le respondí que, además de no tener ninguna intención de practicarle s*xo oral en la primera cita, tampoco iría con él hasta un “lugar tranquilo", que era dónde él sugería que ocurriera eso.
Se enojó mucho conmigo y empezó a despotricar. Me dijo que solo estaba siendo honesto, que era un “buen tipo” y que mi comentario insinuando que sonaba como un adolescente hormonal (ambos tenemos más de 30 años) me hacía quedar a mí como una “maldita p*ta”. No le hizo ninguna gracia cuando le señalé que ser una “maldita p*ta* y negarme a hacerle s*xo oral parecían conceptos bastante contradictorios.
Cuando estaba en la universidad, solía jugar mucho a videojuegos en línea y participaba activamente en foros relacionados de esa temática. Un día, un tipo al que llamaremos “Bob” decidió “demostrarme” lo descuidada que había sido con mi información personal. Esto llevó a que me llamara por teléfono, aunque jamás le había dado mi número. Durante esa llamada, me dijo en qué dormitorio vivía yo, en qué campus, e incluso compartió información pública sobre mi familia. Además, me recalcó lo fácil que sería para él llegar hasta mi dormitorio y v***arme. ¡Fue aterrador! Cuando lo expuse públicamente por lo que había hecho, su respuesta fue que solo estaba “tratando de enseñarme lo descuidada que había sido”.
Años después, asistí a una reunión con varias personas de un foro (invité a un amigo, por si acaso), y “Bob” me llamó al mismo número de antes (debí haberlo cambiado) para pedirme que lo esperara afuera porque sabía cómo me veía físicamente. Mi acompañante y yo nos reunimos con el resto del grupo, pero nos fuimos al poco tiempo.
Un chico intentó agarrar mi teléfono para mandarle un mensaje a mi entonces novio diciendo que habíamos terminado. Cuando se lo reclamé, este “buen tipo” me dijo que mi novio no me trataba bien, de lo contrario, no estaríamos en una relación a distancia. Esto pasó cuando estábamos en la universidad y mi novio vivía a 1 hora y media de distancia en tren.
Por supuesto, me enojé, y entonces comenzó a llamarme “z*rra”, “idiota” y demás acusándome de no darme cuenta de lo que tenía frente a mí. Luego, durante tres días seguidos, hizo publicaciones dramáticas en Facebook, en las que me etiquetó. Lo bloqueé. Después, me preguntó lastimeramente por qué ya no éramos amigos. Intentando ser conciliadora, le dije que necesitaba tiempo y que podríamos intentar arreglar las cosas más adelante. Tan solo 1 día y medio después, me mandó una foto explícita de su p*ne. Como no le respondí, me envió una carta larga, escrita a mano, en la que describía lo perfecto que era mi cuerpo y cómo él me trataría como una princesa, especialmente en la cama.
Tengo tres historias sobre tres chicos diferentes que fueron mis amigos en la secundaria y que malinterpretaron nuestra amistad. Me confesaron su amor, los rechacé y todos amenazaron con quitarse la vida.
Me distancié del primer chico y, cuando se mudó, dejamos de hablar. Años después, cuando me comprometí, me envió un mensaje felicitándome. Como una tonta, le respondí, y estuvimos hablando como una semana, hasta que comenzó a insultar a mi prometido y tratar de convencerme de que estaría mejor con él.
El segundo chico me escribía “notas de s***idio” como tres veces por semana. Llegó un punto en el que estaba tan frustrada que, básicamente, le dije que lo hiciera. Me llamó p*rra, pero al menos me dejó en paz.
El tercero llegó al extremo de acosarme después de que corté contacto con él. Esto ocurrió cuando ya tenía más de 20 años y estaba con mi actual esposo. Vivíamos a unos 45 minutos o una hora de distancia, pero aun así encontraba una excusa para aparecerse en mi trabajo. Después de que me casé, me bloqueó en todas las redes sociales.
No sé qué tipo de vibra daba mi yo adolescente, pero debo admitir que, gracias a esto, ahora soy mucho mejor para poner límites y alejarme de la gente que me incomoda sin pensarlo dos veces. Supongo que esas experiencias me dejaron algo bueno.
Un chico en una página de citas me envió, de la nada, un mensaje con un poema personalizado. Tenía 4 o 5 estrofas, rimaba y, para escribirlo, había usado información de mi perfil. Ese nivel de esfuerzo por parte de alguien que no conocía en absoluto me pareció super inquietante. Además, revisé su perfil y no teníamos casi nada en común; de hecho, diferíamos en varios temas y creencias MUY importantes. No respondí al poema porque, sinceramente, me pareció demasiado raro. Unos días después, volvió a escribirme para decirme que era una p*rra por no responderle y que debería valorar todo el esfuerzo que había hecho para impresionarme. ¿Qué esperaba que hiciera? ¿Que le enviara un mensaje diciendo: “Gracias por tu poema aterrador, extraño de internet?”.