Hoy en día hay anuncios por todas partes. Y no todos los del montón son necesariamente geniales. Desde anuncios que no se pueden saltar en YouTube hasta, bueno, un juguete braquiosaurio con la cabeza de Lebron pegada encima (¡viene con pesadillas gratis!), se podría decir que hemos llegado a la época cumbre de la publicidad.
No hay mejor lugar, pues, para contemplar las joyas de la epidemia de anuncios basura que la comunidad "Uninspiring Adverts" (Anuncios poco inspiradores). Aunque sólo cubre Facebook Marketplace, el mayor mercadillo virtual, con casi 500 millones de usuarios deseosos de deshacerse de sus bienes, cuando se hace con un esfuerzo tan tibio como aquí, sabes que las cosas se van a poner interesantes.
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Imagina un mundo en el que cada rincón de su hábitat virtual está infestado de banners parpadeantes, videos de reproducción automática y monstruosidades emergentes que acechan a cada clic. Ya no es una imaginación, sino una cruda realidad para las almas cansadas que navegan por el reino digital. Sobre todo con todos los metaversos -sí, en plural- en el horizonte. La visualización hiperrealista de Keiichi Matsuda en 2016 de cómo podría ser el futuro parece bastante cercana a hacia dónde nos dirigimos.
A medida que la tecnología ha avanzado y nuestra privacidad digital se ha reducido, cabría esperar una mejora de la experiencia del usuario a través de la publicidad personalizada, ¿verdad? Pues la realidad es todo lo contrario. En 2007, se calculaba que el consumidor medio se encontraba con hasta 5.000 anuncios al día.
¡Hijueput*!
Pero si avanzamos rápidamente hasta el presente, la situación ha empeorado y nos encontramos al borde de una distopía orwelliana: la persona media se enfrenta ahora a un alucinante abanico de entre 6.000 y 10.000 anuncios cada día, el doble que en la década de 2000, según un estudio de AdLock.com. Por supuesto, el caso del mercado de Facebook es totalmente distinto: elegimos ir allí, como un mercadillo.
La idea de que los anuncios en internet se adaptan a nuestros intereses y deseos, por tanto, se ha pregonado durante mucho tiempo como un resquicio de esperanza. Una justificación para la naturaleza invasiva de la industria publicitaria. Según un estudio, el 64% de los encuestados dijeron que los anuncios dirigidos les parecían "invasivos". Sin embargo, al recorrer los laberínticos pasillos del ciberespacio, nos encontramos cuestionando esta fachada de personalización. ¿Estos anuncios reflejan realmente nuestras preferencias, o no son más que odiosos recordatorios de nuestro historial de navegación?