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Si pasas mucho tiempo ojeando Instagram y revistas, es fácil coger la impresión de que el parto es un glamuroso paseo por el parque. La realidad, no obstante, es que, para la mayoría de mujeres, es casi el polo opuesto. Una mujer compartió recientemente la historia de la entrada de su hijo en el mundo de una forma única y creativa: convirtiéndolo en una serie de cómics francos y brutalmente honestos. La madre anónima, que lleva un blog llamado How We Came To Be, se ha vuelto viral después de subir los cómics a Imgur, y ahora está siendo aplaudida por Internet por su precisa representación del milagro de la vida.

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«Cada nacimiento es diferente y es bueno para la gente escuchar que nada sucede como se planea. Gracias,» comentaba un usuario.

Continúa hacia abajo para verlos por ti mismo, y haznos saber si piensas que necesita haber más historias como esta.

Más información: How We Came To Be

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Hace algún tiempo, una pariente mía dio a luz en su bañera. Antes de eso, dio a luz en una piscina para niños. Y, después de lo que pareció ser un proceso bastante fácil, acunó a su recién nacido en sus brazos, rodeada de su familia, tan contenta y llena de amor.

Incluso tenía una foto de lo que parecía una tortita enorme, roja, que, descubrí después, era su placenta.

En aquel momento, pensé que así sería yo muy pronto. Con suerte. Estaba a finales de los 30, y mi llamado reloj biológico por fin se puso al día conmigo y empezó a dar golpes en mis ovarios.

Y, como muchos eventos en mi vida, las cosas no siempre suceden como se planean. Llevaría un poco más de un año concebir, ya que tenía un par de problemas en mis vías reproductivas. Pero, después de recibir ayuda de un obstetra, mucho sexo programado nada sexy y monitorización de la temperatura, sucedió.

No recuerdo mucho de la jerga médica, estuve aturdida la mitad del tiempo. Pero este cómic es básicamente el quid de la cuestión de lo que sucedió.

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Tuve placenta previa. Y, en base a las lecturas de mi presión sanguínea, se asumió que también tenía preeclampsia. Se me programó el parto para las 36 semanas y 6 días antes -básicamente el mismo día que tenía un control rutinario. Se esperaba que fuese a dar a luz de todas formas, ya que mi placenta apenas se había movido. Así que no me sorprendí. Tan solo deseaba que me hubiera arreglado el pelo y el maquillaje aquel día para parecer medio decente en las fotos. Había visto en Facebook que muchas de mis amigas que habían dado a luz tenían un eyeliner perfecto, la piel retocada y el pelo secado con secador. Pero no yo. Parecía que una banda de música me había pisoteado la cara en todas mis fotos. Puedes apostar que no las subí a Facebook.

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Siempre he temido las agujas porque, en mi caso, las agujas rara vez son insertadas con éxito al primer intento. Normalmente lleva algunos intentos en un brazo, por ejemplo. Si eso no funciona, prueban en el otro brazo. Y si eso no funciona, normalmente llaman a otra enfermera que, aparentemente, es LA experta en insertar agujas -hasta que prueba conmigo.

Basándome en los comentarios de la enfermera y la auxiliar, puede que tenga el récord de «venas más pequeñas del mundo».

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No sé qué es más desagradable: que te pongan un catéter en tu orificio para hacer pis, o un corte de papel en tu ojo.

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¿Estaba nerviosa? No lo recuerdo bien. Sabía de alguien que había tenido que estar en el hospital durante un mes después de dar a luz. Ella también tenía preeclampsia. Tuvo un ataque, y estuvo inconsciente por lo que pareció mucho tiempo. Así que ver que yo también podría posiblemente pasar por eso me asustaba un poco. Pero eso asustaba a mi marido bastante más.

Tan solo esperaba que el bebé naciese bien. Finalmente me movieron hasta la sala de operaciones, y no recuerdo si me pusieron anestesia intradural o epidural. Todo lo que sé es que no podía sentir la parte de abajo poco después.

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Mi marido fue tan buena compañía como siempre. Me consolaba. Me acariciaba la cabeza. Me dijo que hice mucho pis después de comprobar la bolsa de pis al lado de mi cama. Aparentemente, era una buena señal que hubiese hecho un poco de pis. Olvidé por qué.

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«Sentirás muchos tirones», exclamó el médico. Esa tiene que ser una de las sensaciones más extrañas. Esos tirones. Es como sentir que te están arrancando toda la parte de abajo, pero no sientes ningún dolor -hasta después, cuando se pasa la medicación.

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Di a luz a un precioso pequeño pelirrojo. Las enfermeras parecían agradablemente sorprendidas. Yo, también, estaba algo sorprendida. Pero no, en realidad, considerando cómo funciona la genética. Mientras que mi marido tiene el pelo rubio claro, ojos verdes y la piel tan blanca como la nieve yo, por otro lado, tengo el pelo negro, ojos marrones y la piel tan amarilla-beige como un corrector Nars Creamy Concealer color flan.

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Tuve que estar en el hospital un poco más. Los médicos y enfermeras parecían muy preocupados porque mi presión sanguínea no bajaba. Se mantenía alrededor de 200 y algo y 100 y algo, así que se me dio una combinación de medicación para ayudar a mantenerla a un nivel normal.

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Mi hijo no se cogía al pecho. Y mi producción de leche no era tan buena nivel Cataratas del Niágara. Me dieron un sacaleches de hospital para sacar más leche. Eso, y también me dieron leche de fórmula como complemento. Aun así, lo di todo para alimentar al bebé con leche materna exclusivamente. Después de todo por lo que había pasado, esto fue lo que más estrés me provocó. A menudo se dice que «el pecho es mejor», y me sentía como un fracaso cada vez que no podía sacar leche suficiente y a mi hijo se le daba un biberón o fórmula en su lugar.

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Las noches eran un poco solitarias porque todo el mundo estaba dormido. Pero las enfermeras venían a comprobar cómo estaba de vez en cuando.

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Adoraba a mis enfermeras. Una me daba trozos de hielo cuando me sentía deshidratada. Una me limpió la vagina sangrienta y con coágulos cuando yo me retorcía de dolor y no podía levantarme al baño. Y, cuando las cosas se volvían insoportables, me daban mucha medicación para el dolor.

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Dejar el hospital fue agridulce. Sentí que había hecho buenos amigos.

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Pero no podía esperar a llevar a nuestro hijo a casa. Y, en aquel momento, estaba feliz. Todo el mundo estaba feliz.

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Y mi gato tenía algo nuevo con lo que jugar.

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