40 Cosas que irritaron tanto a la gente, que tenían que compartirlo

Día tras día, nos molestan constantemente cuestiones pequeñas. Desde limpiar lo que ensucian nuestros compañeros de piso hasta tener que lidiar con gente que no entiende el concepto de espacio personal; es fácil perder el autocontrol antes estos inconvenientes menores pero irritantes que nos sacan de quicio. ¿Por qué somos propensos a reaccionar con dureza ante estas dificultades repetitivas e imprevisibles? ¿Es nuestra ira y decepción con el mundo algo de lo que podemos abstenernos o incluso controlar?

Para conocer mejor el tema de la mano de un experto nos pusimos en contacto con el  Dr. Jesse Matthews, Doctor en Psicología y psicólogo clínico que trabaja en Chester Springs, Pensilvania. Según él, la frustración es una parte normal de la vida porque las cosas no siempre salen como queremos. 

“Sin embargo, las personas que tienden a frustrarse más a menudo se sienten así debido a unas expectativas poco realistas. Por ejemplo, situaciones como: querer llegar rápido al trabajo y encontrarse con tráfico, olvidarse de llenar el tanque, tener un conductor lento enfrente disparan rápidamente la frustración”. 

Se puede decir que todo el mundo se siente identificado con estas situaciones, pero de acuerdo al Dr. Matthews: “Si manejamos unas expectativas realistas —y tenemos en cuenta diferentes factores que pueden presentarse— podemos revertir la situación y llegar a trabajar la mayoría de las veces sin experimentar ninguna frustración”.

También nos pusimos en contacto con la Dra. Jenn Veilleux, psicóloga clínica e investigadora de las emociones y el autocontrol. Nos explicó que la frustración es un sentimiento que pertenece a la “familia” de la ira o, en otras palabras, es una forma más leve de esta que se parece a la irritación. 

Según la Dra. Veilleux, la frustración es el término emocional más común que utilizamos para referirnos a las molestias cotidianas o los problemas más complejos de la vida. Junto con el enfado, estas emociones se producen cuando una persona interpreta una situación como injusta, es decir, que alguien ha sido agraviado. 

“Muchas personas (¿La mayoría? ¿Todas?) sienten frustración a veces, y en realidad eso es algo bueno porque: ¡Tenemos emociones por una razón! Me gusta decirles a mis pacientes que solo podemos sentir emociones por las cosas que nos importan, así que la frustración es una señal de que algo es importante. Si la frustración es una indicación de que una situación es injusta, ese sentimiento puede motivar acciones para enmendarla. La ira ayuda a las personas a enfrentarse a las injurias, a corregir un error”.

Por supuesto, ver todo como una injusticia no es sano. “La frustración se produce cuando el mundo no es como ‘debería’ ser”, añadió la Dra. Veilleux. “Las personas que se sienten frustradas con demasiada frecuencia suelen tener un concepto rígido e inflexible sobre cómo deberían funcionar las cosas”. Pero el problema de este tipo de pensamiento es que la humanidad no tiene una manera ‘correcta’ de ser. 

Las cosas moderadamente exasperantes no hacen que inmediatamente perdamos los estribos. Un ruido fuerte nos puede tomar por sorpresa y hacernos estremecer, pero la música a todo volumen de nuestro vecino —que suena una y otra vez durante toda la noche— pone a prueba nuestra paciencia. “Las cosas moderadamente exasperantes pueden llegar a enfadarnos cuando no nos enfrentamos a ellas”, señala la Dra.  Veilleux.

Un breve recorrido por esta lista llena de imágenes que despiertan un vago sentimiento de frustración pueden convencerlos de que hay un elemento universal en estas situaciones que a todo el mundo les parecen irritantes. Según el Dr. Matthews, hay una sensación de ubicuidad en los pequeños factores de estrés que experimentamos en nuestra vida diaria. “El tráfico, los conductores lentos, los desvíos, la espera en colas largas o el hecho de que la tecnología no funcione como se esperaba son cosas con las que nos podemos identificar, y sabemos que pueden ser desagradables, molestas e incluso insoportables”.  

“También podemos quejarnos de estas situaciones con amigos o incluso con transeúntes una vez que llegamos a nuestro destino, lo que valida aún más nuestra idea de que estas cosas son tan malas como pensamos”, afirma el Dr. Matthews.