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La fotógrafa Paola Paredes llamó la atención de los medios en su día con sus elocuentes fotos tituladas «Unveiled«, en las que documentaba el momento en el que les dijo a sus padres que era homosexual. Ahora lo lleva más lejos con sus nuevas fotos «Until you change» (Hasta que cambies), en las que recrea los horribles eventos que tienen lugar cada día en las instalaciones de rehabilitación de Ecuador, en las que «curan» la homosexualidad de formas brutales.

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Una amiga le dio el aviso sobre estas clínicas, en las que usan técnicas de tortura como matar de hambre, abusos, y a veces incluso «violaciones correctivas». Estas clínicas se ocultan bajo operaciones oficiales para rehabilitar a alcohólicos y drogadictos, pero por una cantidad entre 500 y 800$ al mes también «tratan» a homosexuales.

«En aquel momento estaba pasando por momentos importantes aprendiendo sobre mi sexualidad, así que me afectó de forma totalmente personal,» dijo Paola a Huck Magazine. «Pensar que podría estar encerrada en una de esas clínicas me rondó la cabeza durante años, y supe que tenía que crear algo al respecto.»

Así que fue de incógnito. Con un micrófono oculto en el sujetador, fue llevada por sus padres a una de estas clínicas, para acercarse a esos horrores. «Lo que más me impactó fue ver a las chicas,» dijo Paola. «Las obligaban a llevar maquillaje y mis informantes lo habían descrito perfectamente: labios rojos, mejillas rosas y sombra de ojos azul.»

Esto inspiró a Paola a recrear algunos de estos momentos en su fascinante serie de fotos que intenta educar a la gente sobre este tipo de situaciones que no solo tienen lugar en Ecuador, sino en toda Sudamérica, Estados Unidos y Europa.

Más información en: Paola Peredes (via: demilked)

Les hacen limpiar todo el cuarto de baño con un cepillo de dientes. Deben recoger todos los pelos del suelo. Si comete un error, el personal le mete la mano en el retrete y la mantiene ahi hasta que todo está limpio.

Para ducharse disponen de un mínimo de 4 minutos y un máximo de 7 para estar solas. Por delante les quedan horas de música católica, estudiar los libros de Alcohólicos Anónimos y terapia para su «trastorno» homosexual.

Jóvenes mujeres ecuatorianas han afirmado que fueron violadas por empleados masculinos como parte del «tratamiento» para curar la homosexualidad. Otras tienen algún tipo de recuerdos o pesadillas que sugieren que fueron acosadas sexualmente, posiblemente tras ser drogadas.

Bajo la mirada de un terapeuta hombre, obligan a las chicas a ponerse faldas cortas, maquillaje y tacones, y practicar sus andarse como «mujeres reales». Es emocionalmente agotador y físicamente doloroso.

Una «paciente» sabe que no se le permite hablar con otras chicas, pero la han pillado pasando notas. La llevan a la sala de terapia y la dejan sola, con música religiosa sonando muy alta. El terapeuta la golpea en el pecho, le obliga a arrodillarse en el suelo y extender los brazos. Le colocan varias biblias cuyo peso tiene que soportar.

Negarse a comer significa cuestionar la autoridad del personal. Más tarde será golpeada en una esquina por un empleado para dar ejemplo a las demás.

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Existen unas 200 clínicas para «curar» a homosexuales y transexuales en Ecuador. La mayoría están disfrazadas como clínicas de rehabilitación para alcohólicos y drogadictos. Allí, las «pacientes» están prisioneras contra su voluntad.

Delante del espejo, la «paciente» es observada por otra mujer que vigila que se ponga bien el maquillaje, hasta que la considera una «mujer apropiada».

Como parte del régimen diario para «curarlas», son obligadas a gritos a hacer ejercicio por la mañana temprano o bien entrada la noche.

Si te portas mal, te obligan a beber un líquido desconocido, pero comparten sospechas de que contiene clorina, café amargo y agua del retrete.

Es difícil dormir cuando te dicen que eres una abominación para Dios y una desgracia para tus padres. Son pacientes involuntarios.

Esta chica es golpeada con un cable por no recoger su bolso de la silla, con adolescentes gays presenciándolo. Un libro con las anomalías que merecen castigo es leido diariamente al grupo.

La 1ª vez que la ataron fue la noche que sus padres contrataron a unos hombres que la sedaran y secuestraran para llevarla a la clínica. Una vez allí, la han atado a menudo a la cama o encerrado en el baño por la noche.

Las mujeres prisioneras pasan muchas horas limpiando, y cada día les asignan una zona. Si el personal no queda satisfecho, las insultan y las golpean en el sitio.

 Hay que rezar y estudiar la Biblia por la mañana, tarde y noche. Les indican de queben rezar sentadas, de pie o arrodilladas y comprueban que lo hagan con los ojos cerrados. Si no aprenden bien los pasajes de la Biblia, son castigadas.

Para cenar se sientan en silencio y no hablan con nadie. Solo solían darles arroz y atún, pan o sopa aguada de fideos.